Lisboa es una de las ciudades con más encanto de Europa. La capital de Portugal es, más allá de los tópicos, una urbe vibrante, en la que conviven el peso de tradición y la historia con una mirada a la vanguardia y a la modernidad. Conocer Lisboa es dejarse llevar por una ciudad que no se parece a ninguna otra.
La ciudad que fuera capital de un imponente imperio colonial se refugia en sus barrios, cada uno pintoresco y diferenciado del resto. De las estrechas calles de la Alfama a las amplias avenidas de la Avenida da Liberdade, pasando por la bohemia Baixa, el imprescindible Chiado o el señorial Bélem, Lisboa es un crisol de tradiciones.
La Unesco otorgó la distinción de Patrimonio de la Humanidad al Monasterio de los Jerónimos y a la Torre de Belém, pero no se quedan atrás iconos lisboetas como el Castillo de San Jorge, la Catedral, la Plaza del Marqués de Pombal o el Monumento a los Descubridores. Los más pequeños de la casa disfrutarán mucho en el Oceanário de Lisboa, construido para la Exposición Universal de 1998.
Lisboa es también la capital de los característicos tranvías, de cafés literarios como el Café A Brasileira, al que acudía con regularidad Fernando Pessoa, y del fado, toda una forma de entender la música.
En Lisboa es también sencillo acertar cuando se elige un lugar en el que comer, porque su oferta gastronómica es sobresaliente, incluso sin desembolsar mucho dinero. No pueden faltar el bacalhau con presunto, el caldo verde, las sardinas a la barbacoa ni las pataniscas de bacalao. El rey de los postres es el pastel de Bélem, un delicioso dulce de hojaldre relleno de crema.
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