Es, junto a Zúrich, una fija en las listas que se elaboran cada año con las mejores ciudades del mundo para vivir. Ginebra, en el extremo suroeste del país que linda con Francia y a la salida del Ródano del Lago de Ginebra, es un importante enclave financiero y a la vez una hermosa ciudad que cuida sus tradiciones y se proyecta hacia el mundo.
El símbolo más popular de Ginebra es el Jet d'Eau (chorro de agua), de 140 metros de altura, pero no es el único. Los ginebrinos suelen acompañar a los viajeros hasta la Catedral de San Pedro, que ancla sus orígenes en el siglo XII y fue declarada Patrimonio Europeo en 2007. Otro icono es el Monumento Internacional de la Reforma, en el Parque de los Bastiones, en el que se rinde homenaje a los precursores del Protestantismo.
El casco antiguo tiene como epicentro la Place du Bourg-de-Four, la plaza más antigua de la ciudad. La Grand-Rue es una de las principales calles, con un innegable encanto. Es un placer recorrer el Lago Leman tanto en crucero como en taxi acuático. Si es posible asistir a una representación en el Grand Théâtre, la Ópera de Ginebra, la experiencia será algo difícil de olvidar.
En Ginebra nació Erasmo de Rotterdam y residieron Jorge Luis Borges, Calvino, Voltaire o Miguel Servet, entre otros residentes ilustres. No es casual, ya que en esta ciudad universitaria se respira cultura por los cuatro costados.
Entre los eventos que se organizan en Ginebra cada año destaca el famoso Salón del Automóvil. Tanto la sede europea de la ONU como la sede de Cruz Roja Internacional están en Ginebra, convertida en todo un símbolo de la paz y la concordia en el mundo.
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